“LA ARENA MOLDEA MI VIDA”

Alonso Gómez viaja por el mundo regalando un arte tan hermoso como efímero

En 33 años ha estado en 43 países y su peregrinar lo ha traído a Puerto Colombia

Por: Guillo González/Kronos

Es lunes y el alba empieza a despuntar en Puerto Colombia y a un costado del legendario muelle el sol ilumina una a una las habitaciones de un singular castillo y sus habitantes parecen despertar. La brisa marina acaricia suavemente la construcción y su creador se incorpora para revisar que todo esté bien.

Los moradores del castillo son muñecos que representan a personajes de cuentos y películas animadas. Foto Guillo González/Kronos

Se trata de Alonso Gómez, un manizalita de 63 años que pasa en vela hasta la madrugada cuidando una estructura que aún sigue construyendo y que no puede dejar sola los fines de semana porque lo dañan las personas que llegan a tomar y drogarse durante la noche.

Durante el mes de mayo, Alonso construyó un castillo que fue dañado por intolerancia y necedad. Foto Guillo González/Kronos

Cuando la luz alumbra por completo la obra, se aprecian todos los detalles de un trabajo realizado con delicadeza y pasión. Es un castillo de ocho torres construido sobre una plataforma rectangular de arena apelmazada con agua de mar que el artista apretujó durante varios días para darle la consistencia adecuada. Para asegurarla, Alonso usó madera naufraga, palos que sirven de marco y empezó a rellenar con baldes de arena y agua.

Al conseguir una altura ideal, cerca de un metro, empieza la labor de edificación con la arena suelta, dando forma a una obra que va brotando de su inspiración, como el mismo lo describe: “No sé cuándo comienzo ni cuando termino. Son obras inconclusas por qué siempre le estoy agregando detalles. Cuando nace el castillo, su modelo se va dando, una forma llama a la otra y la belleza de este me inspira para el siguiente paso”.

la madera que arroja el mar sirve para asegurar la plataforma que sostiene los castillos. Foto Guillo González/Kronos

Una historia con muchos matices

Hablar con Alonso no es fácil porque huye de las entrevistas, no quiere publicidad ni fama, pues dice que ya vivió esa etapa y ahora solo desea llegar a sitios donde pueda hacer sus castillos y que la gente los disfrute, el sólo quiere ser libre.

Las formas van saliendo de la inspiración del artista. Foto Guillo González/Kronos

Sin embargo, tras varios intentos y visitas, el personaje decidió contar parte de su vida, una historia que sorprende y que relata sin mucho orden.

Ya con más confianza, el artista se suelta, pero sus palabras salen a borbotones, brincando de anécdotas antiguas a situaciones recientes y hablando sobre su sentir y manera de vivir.

El escultor trabaja a diario con el viejo muelle de Puerto al fondo. Foto Guillo González/Kronos

Nació hace 66 en Manizales, pero lo criaron en Fresno, Tolima, un pueblito con una poderosa influencia de colonización antioqueña, pero viajaba constantemente a la capital caldense, donde su familia tenía propiedades. Durante esos viajes observaba con asombro las grandes casas, de estilo colonial y con detalles que le llamaban la atención, fue ahí donde se enamoró del diseño y la arquitectura, encausando su vocación y talento.

Su nombre de pila es Alonso Díaz Suarez, pero en 1989, año en el que decidió empezar a viajar por el mundo, estando en San Andrés, decidió cambiarse el apellido y tomar el de su padre adoptivo, Jaime Gómez, un paisa buena gente que se casó con su madre dos años después de que esta enviudara. “Yo le debo mucho a Jaime, el me enseñó muchas cosas, pero sobre todo me trató muy bien y alimentó mucho mi sensibilidad y amor por el arte. Yo pierdo a mi padre cuando tenía dos años, por la maldita violencia. A él lo mataron por usar una corbata roja, era la época de las peleas entre partidos en Colombia, por eso odio a los políticos”, comenta Alonso mirando al mar y agrega “Don Jaime se casa con mamá cuando ella tenía 18 años y dos hijos a cuestas y él nos cría como sus hijos, dándonos amor y buena educación”.

Las inusuales obras del manizalita han llamado la atención en Puerto Colombia. Foto Guillo González/Kronos

Me volví nómada a los 30 años

Desde muy joven, Alonso sintió un deseo de aventura que lo llevó a recorrer varias ciudades de Colombia, hasta llegar a San Andrés, y en donde, ya con 30 años y después de salir de un hospital donde le trataron una erisipela casi engangrenada, se fue a la playa y empezó a jugar con la arena. Era de noche, y junto a un amigo crearon algo parecido a un castillo que al día siguiente mejoraron. Eso le gustó, tanto que siguió trabajando en su elaboración varias semanas y al ver como lo aceptaba la gente y lo llenaba a él, decidió dedicarse por completo a elaborarlos.

A lo largo de los años, el arte de Alonso se ha visto en muchos países de América y Europa. Foto Alonso Gómez

En San Andrés vivió por dos años de lo que la gente le daba para admirar sus obras y fotografiarse con éstas, hasta que pensó en salir al mundo y mostrar lo que era capaz de hacer. Cuenta que se fue desde Bahía Portete en un barco, como polizón, pero estuvo a punto de morir cuando lo descubrieron y aunque se apiadaron de él, lo dejaron en Aruba donde creó algunos castillos en las playas, hasta que un periodista lo ayudo con un reportaje, algo que lo impulsó muchísimo.

Desde ahí comenzó su viaje por las Antillas, sur y centro América, hasta México. Después viajó a Europa en donde visitó varios países como España, Holanda y Noruega, país donde conoció el frío intenso “Allá la mano no me obedecía” recuerda.

Gómez aprendió empíricamente y trata de transmitirlo a los que quieran aprender. Foto Guillo González/Kronos

Brasil y los niños que salvó con sus castillos

“Mi espíritu es aventurero, soy un nómada y eso me ha llevado a muchos lugares, siempre con el ánimo de crear y disfrutar lo que hago, no se de trámites, papeleos, permisos o burocracias, de muchos lugares me han sacado por no saber como hacer ciertas cosas, pero me quedo con lo bueno de cada sitio donde llego”, reconoce Alonso, señalando además que un lugar en particular le dejó una enorme satisfacción, Brasil.

Niños de las favelas de Río, aprendiendo a moldear la arena. Foto Alonso Gómez

En 1997 aterrizó en Río de Janeiro buscando las alucinantes playas. Allí se instaló y comenzó a delinear sus majestuosos castillos. Al verlo, varios niños, provenientes de las favelas, se le acercaron, atraídos por su arte. Al principio solo se quedaban viendo lo que hacía, pero después empezaron a replicarlo, creando sus propios castillos y aplicando las técnicas de Alonso.

Con el correr de los días, semanas y meses cerca de 30 muchachos aprendieron su labor y mostraban orgullosos sus creaciones. Con el tiempo, muchos de ellos crecieron y formaron la Asociación de creadores de castillos de arena de Río de Janeiro, una cooperativa que llevó a algunos a viajar a países como Dubái mostrando su talento.

En Brasil dejó una huella y muchos amigos. Foto Alonso Gómez

“Allá sé que aporté para salvar vidas, porque muchos preferían estar en la playa conmigo que ir a delinquir a las calles, lástima que no todos se salvaron, algunos murieron, pero pude tocar el corazón de varios con mi enseñanza de amor”.

En Puerto Colombia estará hasta que su alma le diga

Alonso colecciona muchas historias, pero también fotografías y publicaciones, que son testimonio de su vida andariega y su amor por la arena. Incluso hubo una ocasión en donde construyó un inmenso castillo en un centro comercial.

Alonso colecciona las publicaciones que le han hecho muchos medios impresos. Foto Alonso Gómez

“Fue en Argentina, tenía una mánager que me consiguió varios contratos, uno de ellos en Unicenter para hacer una obra en la que trabajé 30 días y en la que se usaron 20 toneladas de arena, que transportaban en camiones y alojaban al interior del lugar, eso fue fantástico”. rememora Alonso con emoción.

Ahora está en Puerto Colombia, después de llegar a Medellín el año anterior, en donde realizó algunas construcciones y de donde pensaba salir de nuevo al exterior. Pero en su paso por la costa, se enteró de que el municipio porteño estaba siendo transformado y al verlo se enamoró de este, se ubicó en un pedazo de su playa principal y ha levantado varios castillos que son otro atractivo para los turistas que llegan al lugar.

En Puerto Colombia lleva varios meses y aún no sabe cuándo partirá. Foto Guillo González/Kronos

“No quiero que la gente sepa lo que hice sino lo que hago, porque sigo vigente, soy parte del ahora porque estoy vivo y en Puerto no sé hasta cuando estaré, así como llegué, en algún momento partiré buscando otro destino”, advierte el paisa con algo de nostalgia.

Por el momento Alonso vive en una pensión donde paga 70 mil pesos semanales en el barrio Loma de Oro, pero allá solo va a dormir y cambiarse de ropa entre semana, recoge las propinas de las personas que llegan a tomarse fotos con sus castillos y con eso costea hospedaje y alimentación, no necesita más nada.

Las propinas y donaciones de los visitantes son vitales para el sustento de Alonso. Foto Guillo González/Kronos

Su aspecto de viejo bonachón, con una piel curtida por la sal y el sol y su ánimo peregrino, lo han llevado lejos de su tierra natal a la que no ha regresado en casi 10 años y quiere seguir viajando, pero solo cuando su instinto se lo dicte, por lo pronto, Puerto es su hogar y sus creaciones se aprecian en su playa.

Al despedirnos y preguntarle que es la arena para él, me contesta con una creativa y sentida frase que lleva consigo desde hace años y que describe su arte y su vocación, “La arena para mi es el Lego de las piezas infinitas”, dejando en claro también que seguramente la misma arena le dirá cuando partir y seguir su viaje.

«Posar es una vanidad, prefiero que vean mi arte, es lo que soy», frase que representa al escultor. Foto Guillo González/Kronos