El sector tradicional barranquillero se ha puesto de moda como destino turístico y cultural
Por Wilhelm Garavito Maldonado/Kronos
Una sinopsis que atesora formas, colores y maneras de Barranquilla es el Barrio Abajo. Es el sujeto que en 79 manzanas relata el alba de una ciudad que estando ceñida al agua supo madurarse al sol, como lo entonan los lugareños en su himno.
En las 84 hectáreas que representan una versión urbana de lo que el mundo conoce como realismo mágico, surgieron innumerables patrones de conducta y los rasgos que en buena parte hacen diferenciales a los hijos de la tierra.
Los registros permiten viajar en el tiempo desde 1857, cuando el Concejo Municipal de Barranquilla demarcó tres zonas: Barrio Abajo, Barrio Arriba del Río y el Centro. Y fue, precisamente en el Barrio Abajo, donde comenzó a cimentarse en amplia medida la grandeza de la urbe. Trascendiendo la oralidad, la historia demuestra que fue el primer palenque urbano, determinante para la importancia que luego adquirió el Carnaval.
“El legado de muchas familias llegadas de Palenque y más regiones del Caribe se hizo presente con expresiones relacionadas a la danza, la música y en general la cotidianidad. La gastronomía y hasta las celebraciones religiosas tuvieron en el barrio un primer escenario citadino”, relata la historiadora Angelina Simarra.
El esplendor de un orgullo sector y su pujante gente
La estación Montoya y el antiguo edificio de La Aduana, construcciones levantadas con líneas arquitectónicas anglosajonas, son parte del paisaje desde 1860 y 1921, respectivamente. Marcan así la grandeza de la navegación que hizo del progreso una expresión máxima del sector.
No es menos importante la génesis que tuvo en sus calles la Marimonda, único disfraz auténticamente barranquillero del Carnaval. Fue comenzando el siglo XX, cuando el personaje que ridiculizó a la clase dirigente irrumpió para no marcharse.
En el mismo sector experimentó su transformación durante los años 80, y hoy, allí mismo, cuenta con una ruta interactiva de 15 estaciones.
No son sucesos menores los que cuenta el Barrio Abajo al mundo sobre la Barranquilla que vio extenderse. La misma ciudad que alguna vez pareció desconocerlo y abandonarlo a las voluntades del comercio, hoy lo arropa con una declaratoria que lo considera Bien de Interés Cultural.
En la administración distrital anterior, el alcalde firmó un documento que presentó a la ciudadanía, comprometiendo y obligando al Distrito, más allá de quien tenga el mandato, a trabajar en “la conservación y salvaguardia de este sector urbano lleno de valores históricos y simbólicos de gran valía para la cultura local”.
Sonidos, olores y sabores propios
Este icónico sector ‘currambero’ se identifica por los tambores altisonantes que llaman y entusiasman todos los días del año, por las casas viejas rescatadas y embellecidas, la Casa del Carnaval y su Museo, que se hizo realidad sobre la carrera 54 con 49B, las alegrías que se saborean con coco y anís, sin restar protagonismo a los enyucados ni a las bolas de tamarindo, a la ruta de murales y fachadas decoradas por artistas locales ni a los veteranos jugando parqués gigante o dominó en las tradicionales esquinas.
No solo en época carnavalera se pueden apreciar a los bailadores en las calles del barrio, durante todo el año hay ensayos, hay ruedas de cumbia, eventos culturales que llaman a barranquilleros y visitantes a untarse de pueblo, de música y tradición.
Y un capítulo aparte merece su gastronomía ya que ir a Barrio Abajo a comer o a ‘picar’ es un plan que no se encuentra en muchas partes de la ciudad. Los sancochos en totuma, los fritos, pescados, arroces y muchos platos más, son perseguidos por los amantes de la comida caribe, y las matronas, especialistas en la culinaria costeña guardan los secretos de estas delicias.
Una ruta obligada para los que buscan untarse de la cultura caribeña
Denodadas iniciativas privadas y oficiales han convertido al barrio en un destino turístico, rico en expresiones culturales, autenticidad y tradiciones macondianas, por eso cientos de barranquilleros y visitantes, recorren sus calles buscando disfrutar de su magia.
Y es que Barrio abajo no deja nunca de sorprender, su actualidad revela calles coloridas con murales impactantes, historias llenas de personajes y personajes llenos de historias.
En las dos palabras de su nombre, por ejemplo, reposan las memorias de Joe Arroyo y Gabriel García Márquez, quienes alguna vez lo habitaron y dejaron sus huellas indelebles en los vecinos y calles, esas mismas en donde aún se cuentan sus anécdotas.
En la decisión de decorar el sector fueron importantes los esfuerzos de líderes comunitarios como Jhon Parra y Guillermo Fontalvo, quienes lideraron hace meses el ejercicio de pintura y ornato, junto a artistas locales de mucho talento.
En los caminos de Barrio Abajo se guardan también las voluntades de pintores que trazan y exponen a cielo abierto, lo mismo que la historia de cumbiambas o grupos folclóricos casi centenarios, esas de las que cada vecino se siente miembro y que, así como ensayan orgullosos en sus desgastadas calles, también rematan en sus rincones alegres cada desfile de Carnaval, bailando hasta el cansancio.
Desde siempre, Barranquilla la ciudad carente de mito fundacional, en la que no se sabe quién puso la primera piedra, fue el lugar de los libres, ideal para recibirlos a todos, con sus maneras de vivir para darle un color único a su existencia.
Así se consolidó como la ciudad grande del Caribe colombiano, historia que cuenta entre tiempos, espacios y rostros, el Barrio Abajo, un sector de esta sinigual urbe que hoy está más vivo que nunca.