Minca episodio I
“La vida es un viaje, un constante descubrir. Lo ideal es disfrutarla y siempre…siempre, asombrarse con su maravillosa plenitud, solo así podremos sentir su verdadero poder”.

Minca episodio I, es el inicio de un caminar que tiene un comienzo cierto, pero que no tenemos claro cuando terminará, incluso, si eso pasará. Con esta nueva serie queremos cumplir a cabalidad con el disfrute de la travesía, uno de los objetivos principales de la construcción de este portal, esta ventana que nos comunica con nuestros lectores, siempre ávidos de aventuras y de historias originales y diferentes.

Por Guillo González/Kronos

Atónito, sorprendido y casi hipnotizado, así quedé cuando mis ojos la divisaron. Sin embargo, minutos antes de verla, ya mis demás sentidos la presentían: las texturas de los obstáculos, dispuestos caprichosamente por la naturaleza, desafiaron mi sentido del tacto, los olores que impregnaban el aire, agudizaron mi olfato que perseguía los nuevos y embriagantes aromas de árboles, flores y rastros animales; el rumor creciente de un ser poderoso y desafiante que aumentaba con cada paso, hacía que mi oído me tuviera en permanente estado de expectativa y por último, el sentido del gusto se veía atacado por un raro sabor que aumentaba mi ansiedad.

Amazilia se presentó con todo su ímpetu y su majestuosidad descarnada, haciéndonos sentir que somos invitados en este planeta y que natura es y será siempre nuestra anfitriona, pero que, decepcionantemente la hemos herido muchísimas veces, aunque ella busque siempre la manera de curarse.

La cascada de aguas blancas se abre paso entre piedras milenarias y se precipita rugiendo intensamente hacía una pequeña playa desde cerca de 10 metros de altura. Su caudal en época de verano sorprende por su potencia, pero en invierno, en tiempos de lluvias, es peligrosamente vigorosa, por lo que se recomienda siempre estar alerta a crecidas súbitas que aumenten su volumen y fuerza.

Minca, primera parada
Minca, una de las joyas ecológicas de la costa caribe colombiana y en especial del departamento del Magdalena, recibe al visitante, antes de llegar a Amazilia. El pueblo o casco urbano es el epicentro de variados destinos y caminos, tesoros valiosos para los amantes del ecoturismo, en pleno corazón de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Minca se distingue por sus impresionantes vistas panorámicas naturales, ríos cristalinos, cascadas refrescantes y senderos ecológicos, entre muchas otras sorpresas, como los distintos negocios donde se encuentra casi de todo para los viajeros y turistas, y que, en muchos casos, pertenecen a extranjeros que han llegado y como en las historias de Gabo, han sido atrapados por el realismo mágico colombiano.

La actividad turística en Minca se ha disparado desde hace unos 20 años atrás con la llegada constante de viajeros que encontraron en su embriagante belleza natural un oasis de tranquilidad y paz, pero también un claro desafío al espíritu aventurero y de descubrimiento.

Es un turismo diferente, se encuentran diversos ambientes y muchas actividades. Los propios habitantes del pueblo se dieron cuenta de las posibilidades económicas que podían explotar y decidieron agruparse y organizarse para ofrecer servicios de transporte, hospedaje, alimentación y guíanza, entre otros.

La misma subida desde la ‘Samaria’ ya es una ganancia para los sentidos, son 30 minutos en los que el aire se hace más liviano y el cambio de ambiente se siente desde que inicia el recorrido. La recompensa está en encontrar justo los necesario en un pueblo que ha cambiado para agradar el viajero pero que conserva su esencia rústica y natural.

Cómo llegar a la reserva
Hay varias alternativas para desplazarse desde Minca hasta el sector donde se encuentra Amazilia, la preferida de los amantes del vértigo y la velocidad es la moto, bien sea propia o alquilada o contratando a alguno de los integrantes de las cooperativas de trasportes en motocicletas que existen en el pueblo mismo. Las tarifas son fijas y económicas y llevan a los turistas a cualquiera de los destinos de la zona.

Los que tienen automóviles o camionetas de tracción especial podrán movilizarse de manera más cómoda, pero no tendrán el mismo contacto con la naturaleza de los que andan en moto o a pie. Y, precisamente caminando, que es una de las mejores opciones, brinda la experiencia completa del goce y el esfuerzo, durante un tiempo aproximado de 45 minutos, a ritmo suave en un tramo de 4.5 kilómetros en subida moderada que cambia de carretera a trocha cerca de la media hora de recorrido, al entrar a la vía que conduce a las cascadas de Pozo azul.

Amazilia, nombre que hace honor a una de las 360 especies de colibríes que existen en el mundo, está en una reserva natural privada, con un relicto de bosque ripario a orillas del río Gaira y a la cual se entra con permiso del dueño del terreno, Luis Delgado, un samario de aspecto serio, pero agradable, que tiene como proyecto de vida cuidar el medio ambiente y en especial esa zona donde reina la cascada nívea.

Delgado adecuó una entrada a la zona protegida con un área de picnic que el mismo atiende y en donde permite grupo de solo 30 personas por visita. De ahí, los afortunados toman un sendero donde deben sortear algunos obstáculos, como troncos caídos, piedras enormes y uno que otro torrente menor, para llegar por fin al imponente chorro que invita a bañarse en sus gélidas aguas y acercarse para sentir su impetuosidad.

Caminando junto a Sendero Tayrona
La entrada a la reserva lo hicimos juntos a los integrantes del Club de Caminantes Sendero Tayrona, un colectivo creado en el año 2002 por la licenciada María Victoria Camacho, más conocida como ‘Toyita’, una menuda pero fuerte mujer, quien, junto a su prima Claudia Durán, han organizado cerca de 180 caminatas en diferentes modalidades y en distintos sitios del territorio nacional, con un área de influencia que inicia en el Magdalena.

En la actualidad el club cuenta con cerca de 200 personas en promedio, con edades que oscilan entre los 12 y los 80 años. De hecho, mientras realizábamos la subida desde Minca tuvimos la oportunidad de acompañar, una de las caminantes más veteranas, quien, a su ritmo cubrió la distancia entre el pueblo y la cascada, demostrando que los límites humanos están en la mente y que, con una actitud positiva y ganas de lograrlo, se pueden vencer todos los obstáculos posibles, a pesar de la edad.

Con Sendero Tayrona, varios de sus integrantes han visitado lugares tan disímiles como asombrosos en el país, entre los cuáles se destacan Maguipi en el pacífico, o Cerro Azul, la Puerta de Orión o el río de los Siete Colores, en el Guaviare, además de todos los destinos posibles partiendo de Santa Marta.

Vicky y Claudia son un ejemplo claro de cómo se puede educar y congregar a las personas alrededor de proyectos de vida sana y amor por la naturaleza. “Creamos el club con el propósito de proporcionar a través de caminatas eco-pedagógicas, un espacio de recreación para que las personas tengan un contacto más directo con la naturaleza y aprendan a quererla y respetarla, de la misma manera que conozcan las riquezas geográficas y paisajistas de la región, y realicen actividad física en beneficio de su salud, sin dejar a un lado la integración y conocimiento de nuevas personas y de la cultura que nos rodea”, comenta ‘Toyita’, sobre el origen de su emprendimiento que ya llega a los 23 años de funcionamiento.

La despedida de Amazilia y una visita corta a Pozo azul
Dejar atrás a Amazilia nos costó. El viaje nos permitió disfrutar de una desafiante y enriquecedora caminata, recompensada con un placentero baño en el pequeño lago que se forma alrededor de la cascada. Pero, sin duda, acercarse a la potente y ensordecedora caída y deleitarse con el agua helada que exfolia hasta las malas energías, fue el punto culmen de la experiencia en un lugar que infunde respeto y solemnidad.

Al salir de la reserva, quisimos visitar a un sector más conocido, el área de Pozo azul, un destino que con el paso del tiempo se ha hecho más comercial y congrega cientos de personas diariamente que buscan bañarse en sus cristalinas aguas o hacer saltos desde lo alto de los barrancos para caer la parte profunda de las piscinas naturales.

Sus cascadas, más calmadas y espaciadas que la de Amazilia, permite a las personas acercarse y bañarse con más facilidad a sus tramos de caída de agua y por su extensión y espacios, alberga mayor cantidad de visitantes. Pero esa misma condición ha atraído otras personas que han visto una oportunidad de negocio en el sitio y ahora se observan varios restaurantes, ventas de alimentos y bebidas y también grupos de personas ingiriendo alcohol en un área destinada a un turismo más sano y consciente.

El contraste entre los dos espacios, tan cercanos y parecidos, advierte sobre el presente y las condiciones de espacios en donde se relajan las medidas de control. Esa situación obliga a que reservas como Amazilia sean celosamente protegidas para evitar daños que serían difícilmente reparables.

Las evidencias están ahí, pero afortunadamente, también las acciones de previsión y cuidado para que este fenómeno de la naturaleza siga siendo imponente, sano y prístinamente perfecto.

En un próximo capítulo describiremos otro aspecto de Minca y su mágico entorno, un mundo natural que nunca termina de sorprendernos.
