Crónica del primer ejercicio fotoperiodístico realizado por los caminos de Colombia

Por Guillo González/Kronos

Como lo expresé en el editorial de apertura, esta plataforma es la vitrina para mostrar nuestros trabajos, pero sobre todo, para enseñar al mundo el sentir y vivir de las personas en nuestro querido país, empezando por el caribe colombiano, en donde abundan sitios fantásticos y macondianos, así como historias y personajes encantadores, pero también realidades duras, difíciles de asimilar, y que terminan siendo ejemplos de vida en la mayoría de los casos o en últimas, tocando el corazón de quienes se atrevan a palparlas.

El sector es fuente inagotable de imágenes sorprendentes. Foto Guillo González/Kronos

Y que mejor manera de empezar este camino, que haciendo un recorrido junto a mi hermano de mil batallas Oscar Berrocal, por el histórico y tradicional Barrio Abajo de Barranquilla, un lugar donde confluyen la magia de la cultura currambera, el talento inacabable de hombres y mujeres en medio de difíciles condiciones de vida para muchos, el rebusque constante de otros y un sinfín de cuentos plasmados en paredes, fachadas y rostros.

A la caza de imágenes

Aprovechando la luz de la cuatro de la tarde, aún con suficiente vivacidad para mostrar los detalles que nos gustan en caminos y personas, abordamos las primeras calles del barrio, buscando murales y caras, sonidos y olores, sin darnos cuenta que todo eso llegaría a nuestro encuentro más rápido de lo que esperábamos.

Los murales reflejan situaciones sociales importantes. Foto Oscar Berrocal/Kronos

Cruzamos el primer callejón cámara en mano, cuando notamos un mensaje contra el maltrato femenino plasmado en una desgastada pared, junto a los bellos y coloridos rostros de mujeres negras, firma inconfundible de la artista Joyce Obregón y el colectivo que encabeza; mientras Oscar enfocaba buscando darle interacción con personas que pasaban, yo me concentraba en un menudo personaje que pintaba sillas en la terraza de la casa del frente.

Embebido en la lucha de claridad y sombra que se turnaban por cubrirlo, noté su rostro sudado, marcado por finas arrugas, su andar cansino y la firmeza de sus trazos sobre los hierros pelados de un par de mecedoras con singular figura, redondas, pequeñas y paticortas, pero cubiertas con un particular tejido de hilos plásticos coloridos.

Muchos barriobajeros tienen sus negocios en casa. Foto Guillo González/Kronos

El arte de Marquez

Al acercarnos nos trató con cordialidad y nos contó cómo aprendió el arte de la herrería algunos años después de llegar a Barranquilla, procedente de su natal Bello, en Antioquia, “yo arribé a la ciudad con 19 años, era pintor al soplete, pero aquí me hice soldador eléctrico y pintor de brocha gorda y a los dos años de estar trabajando en empresas me independicé y puse mi negocito de herrería, con el que he vivido durante 58 años”.

Marquez Arteaga, experto herrero. Foto Guillo González/Kronos

De ojos claros, un hablar mezclado entre paisa y costeño, Marquez Arteaga Osorio, ya con 77 años, expresa que su camino en la ciudad, aunque ha tenido momentos buenos, no ha sido fácil, su esposa, sentada en una de las sillas que hizo, sufre de Alzheimer desde hace 6 años y junto a su hija, sordomuda, les toca cuidarla en todos los sentidos.

Al hablar sobre el barrio, don Marquez, se expresa con cariño y agradecimiento, “aunque ahora no estemos vendiendo tanto como antes, en el barrio nos conocen y buscan la calidad de nuestro trabajo, no solo las sillas y las mecedoras que fabricamos, sino también las rejas y otras cosas, aquí hemos tenido una buena vida, el sector es muy rico culturalmente y yo he aprendido de la vida del barranquillero y he terminado siendo uno en muchos aspectos”, señala orgulloso.

Fachadas que cuentan historia con bellas intervenciones. Foto Oscar Berrocal/Kronos

Dejamos al ‘paisa barriobajero’ atrás, con su exhibición de sillas hechas arte en la terraza de su hogar y bajamos por la carrera 53, sabiendo que, aunque no pudiéramos abarcar todo el terreno que queríamos, si nos trazábamos una ruta precisa, hallaríamos nuestra recompensa en reconfortantes historias e imágenes, y así fue.

Seguimos por el camino que la luz nos señaló encontrando a cada paso casas antiguas, algunas de arquitectura tradicional y otras, sabiamente engalanadas con motivos de mujeres, naturaleza y cultura, también murales igualmente impactantes, pero lo más importante, personas alegres y carismáticas que nos contaron cuentos del barrio y sus moradores.

El barrio tiene carácter propio. Foto Oscar Berrocal/Kronos

LA CUMBIA NOS SEÑALÓ EL CAMINO

Cuando fotografiábamos los motivos que decoraban una de las paredes de la iglesia Sagrado Corazón, llegó a nuestros oídos el inconfundible rumor de un tambor coqueteándole a una flauta de millo, era el sonido mágico de la cumbia. Tratando de orientarnos para encontrar a los responsables, llegamos a una casa donde una mujer tomaba el fresco de la tarde y quien, con solo vernos, adivinó nuestras intenciones y nos invitó a pasar: “entren, están en el patio”.

Caña y Tambó, talento autóctono. Foto Guillo González/Kronos

Con el entusiasmo a flor de piel cruzamos una sala donde algunos hombres trabajaban tapizando muebles y desembocamos en un pequeño espacio donde cinco jóvenes ensayaban con pasión desbordada. Concentrados en su faena, casi no nos notaron, hasta que empezamos a fotografiarlos y grabarlos. Después de presentarnos escuchamos un poco de su historia, su grupo, Caña y Tambó nació solo hace año y medio, pero en ese lapso de tiempo ya se han mostrado en numerosos eventos, siendo los más importantes el de Noche de Tambó del pasado Carnaval de Barranquilla, donde resultaron ganadores y el Festival del Pito Atravesao, en Morroa, Sucre.

La cumbia manda en Barrio Abajo. Foto Guillo González/Kronos

Son todos del sector, productos del Semillero de Barrio Abajo, proyecto formador creado por Alberto Peñaranda, amantes de la cumbia y la música folclórica y con un innegable talento para alegrar el alma con sus emocionantes repiques y las notas alucinantes del millo. Ensayan todos los días, hacen rifas, venden postres y todo lo necesario para patrocinar sus viajes y aunque cuentan en algunas ocasiones con el apoyo de varios de sus tutores, piden más ayuda para seguir exhibiendo, con su talento musical, el rico folclor costeño.

Fritos y Esthercita

Satisfechos por nuestro hallazgo, proseguimos el recorrido, haciendo una parada gastronómica, para emparejar el alma con el estómago. Unos delicios fritos que Patricia Muñoz ofrece en la puerta de su casa, adornada todo el año con motivos carnavaleros y en donde, en horas del mediodía se ofrecen totumazos variados, fueron los que recargaron nuestra energía y nos invitaron a seguir andando por las embriagantes calles.

Personajes icónicos homenajeados con bellas obras. Foto Guillo González/Kronos

Al llegar al cruce de la carrera 53 con calle 47 decidimos sentarnos y con la excusa de refrescarnos con un par de cervezas, cazar una imagen llena de fuerza y leyenda. En una casa de esquina destaca la imagen de la querida cantante Estercita Forero, la novia de Barranquilla, a lo largo de toda una fachada, en donde usaron puerta y ventanas para construir la imagen y la que fotografiamos aprovechando a alguien que, frente a la histórica artista, se apuraba, al igual que nosotros una ‘fría’

El ambiente tranquilo del barrio invita a recorrerlo. Foto Oscar Berrocal/Kronos

JÓVITA, ARTESANA Y CANDELILLA

En la agonía de la tarde y el albor de la noche fuimos a dar al centro comercial Down Town, original enclave arquitectónico con algunos negocios ya conocidos en el barrio y otros nacientes con buena proyección. La fachada del local, una pared colosal está conquistada por un mural impactante, que destaca la riqueza cultural y natural de la costa y en donde llama la atención una frase plasmada sobre la cabeza de un boga moreno, en un recuadro colorido: “Mijo, lleva un bollo que no vas pa’ tu casa”.

Antes de ingresar al lugar nos llamó la atención una mujer de aspecto grácil y jovial, bailando al son de una melodía lejana, en una casa pequeña engalanada en su fachada con el dibujo de una cumbiambera. Nos acercamos para capturarla con nuestros lentes a lo que respondió feliz aumentando su cadencia y regalándonos una amplia sonrisa que hizo brillar su rostro.

Jóvita nos regala una hermosa postal. Foto Oscar Berrocal/Kronos

Su nombre, Jóvita Betancour, una veterana bailadora, integrante por 40 años de la cumbiamba Curramba La Bella en donde como ella lo dice, fue feliz haciendo lo que le gustaba, carnavalear al son de la cumbia. Jóvita llegó muy niña a Barranquilla, desde San Juan Nepomuceno y a sus 70 dice ser barranquillera no por adopción, sino por amor. Antes de dejarla en con el éxtasis de su danza nos hace notar que la cumbiambera del dibujo es ella, un homenaje que le hicieron los artistas que embellecieron el barrio con sus obras.

Después de la emoción que nos produjo Jóvita, cruzamos la calle para ingresar al centro comercial, en donde, a la cabeza de un proyecto de vida hecho realidad, nos recibe Alberto Miranda, quien además de ser uno de los integrantes de la cumbiamba El Cañonazo, es el fundador de Artesana, una tienda multimarcas de cerveza artesanal que abrió hace unos meses su punto físico en el corazón de lo que él llama, la terraza más bacana del Barrio Abajo.

Alberto Miranda, el rostro detrás de Artesana. Foto Oscar Berrocal/Kronos

El sugestivo ambiente enamora, delineado por la música agradable a medio volumen, la decoración artesanal, las cómodas sillas y coronado por el sabor de las cervezas tan originales como sus nombres: Caimán Negro, Mar y Río, Monte María, Tenazas, Dan y Tres Quince.

Alberto, quien también ofrece en el local. comidas típicas y picadas, se ha dado a conocer en la ciudad por organizar la ya famosa Ruta Cervecera, recorridos guiados por los lugares más interesantes de legendario barrio y que termina con visitas a las fábricas de cervezas artesanales y ahora en su local para degustar las alucinantes bebidas.

Un sitio agradable en pleno Barrio Abajo. Foto Oscar Berrocal/Kronos

El remate del recorrido no pudo ser mejor, subimos a la Casa del Carnaval para disfrutar del lanzamiento de un festival tradicional y minutos después, en plena calle, registramos una función pública del grupo Candelilla, tocando y cantando con maestría, ‘No juegues con la candela’, al son de gaita y tambor.

Los eventos en la Casa del Carnaval son dignos de admiración. Foto Oscar Berrocal/Kronos

Complacidos dimos por terminado nuestro primer regocijante ejercicio para alimentar el portal con historias que lleguen al alma y que nos mantengan felices obturando y capturando la esencia de nuestra gente caribeña y las leyendas vivas de sus asombrosos rincones.

Candelilla remata su faena en una tienda de la carrera 54. Foto Guillo González/Kronos